CUADRO CUARTO • EN EGIPTO

Delante del peristilo de un palacio. Adán, bajo los rasgos de un joven faraón, está sentado en un trono. Junto a él, Lucifer, que es su ministro. Cortesanos vestidos suntuosamente se mantienen a una respetuosa distancia. Al fondo vense esclavos que trabajan en la construcción de una pirámide, bajo la dirección de guardianes provistos de látigos. Un sol abrasador.

LUCIFER
Gran Faraón, tu pueblo está ansioso.
Él, que querría verter su sangre por ti
y lo haría gustosamente, pregunta
por qué te privas de tu reposo
y, renunciando a las delicias del día
y a los dulces sueños de la noche,
no confías a tus esclavos
- ya que ciertamente es ésa su razón de ser -
la labor de ejecutar tus grandes proyectos.
Todo cuanto se puede desear en este mundo,
gloria, poderío y placer te pertenecen,
y todas las voluptuosidades hasta la saciedad.
Cien ricas regiones te tienen por amo.
¡sólo para ti sus flores se abren!
¡sólo para ti maduran sus frutos exquisitos!
Por ti suspiran mil mujeres: rubias
que hacen pensar en sueños celestiales,
en toda fineza, con sus lánguidos ojos;
trigueñas de fuego, de ávida boca,
todas, todas son tuyas. Su destino
depende de tus caprichos y su gloria
será haber hecho tu dicha por un instante.

ADÁN
Nada de todo eso hechiza mi corazón.
No es más que un tributo obtenido sin lucha,
de modo que no puedo felicitarme por ello.
Pero, al crear esta obra grandiosa,
he tomado el camino de mi propia grandeza.
Su arte, que a la naturaleza torna muda,
proclamará mi nombre durante milenios.
Ni terremotos ni catástrofes
podrán abatirla. Aquí el hombre
se ha hecho más fuerte que Dios mismo.

LUCIFER
Oh, Faraón, ponte la mano en el corazón:
¿ese pensamiento te hace feliz?

ADÁN
No, pues siento un vacío inexpresable…
Pero no es la felicidad lo que me importa,
sino sólo la gloria, y héla ahí levantada.
La masa debe ignorar que sufro.
Si de mí se compadeciera,
¿cómo podría seguir adorándome?

LUCIFER
¿Y si un día descubrieras que la gloria
no es más que vanidad, placer efímero?

ADÁN
Ello no es posible.

LUCIFER
¿Y si lo fuera?

ADÁN
Maldeciría al mundo y moriría.

LUCIFER
Lo admitirás, pero no morirás.
¡Qué digo! recomenzarás
y volverás a tener el mismo éxito.
Azotado por los guardas un esclavo da alaridos, sale corriendo y va a desplomarse a los pies del faraón. Los guardas lo persiguen y llegan tras él.

EL ESCLAVO
¡Señor, sálvame!
Una mujer (es Eva) que es la esposa, sale del enjambre de obreros y, con un grito de dolor, se desploma sobre el cuerpo del desdichado.

EVA
Vana es tu súplica.
Quien no haya compartido nuestras penas
no puede comprenderlas. Impera muy alto,
tanto, que ni siquiera escucha tu queja.
¿Por qué no me llamas para que cubra
tu cuerpo con el mío y en tu lugar
reciba yo los golpes?

ADÁN (se dirige a los guardas que se disponen a expulsar al esclavo y a su mujer.)
¡Dejadlos y marchaos!
Los guardas se alejan.
¿Dó viene este sentimiento que me penetra
y con un peso desconocido abruma mi corazón?
¿Quién es esta mujer, y mediante qué sortilegio
tan potente como una cadena, puede
hacer que el faraón se incline
ante ella, que se retuerce en el polvo?
(Adán se levanta.)

LUCIFER
Ese sortilegio es uno de esos hilos
en que tu amo te enreda para mofarse de ti
y recordarte que eres larva,
tú que, tomándote por mariposa,
te alejas revoloteando con insolencia.
De ese ingrávido hilo la fuerza conoces.
De tal modo se desliza entre los dedos
que no puedo romperlo.

ADÁN (bajando las gradas del trono)
¡Ah! ¡Guárdate de hacerlo!
Me es tan grato como desagradable.

LUCIFER
No es de sabio ni de rey soportarlo.

ADÁN
¿En tu opinión, qué debo pues hacer?

LUCIFER
Acudir a la ciencia
para que ese hilo deje de existir
puesto que de él se ríen la fuerza y la materia.

ADÁN
De él no puedo reírme y tampoco negarlo.

EVA (a su esposo)
Ah, amado mío… ¡Cómo mana tu sangre!
Déjame restañarla…
¿Sufres mucho?

EL ESCLAVO
Si sufro, ¡es de vivir! Y de ese mal
que padecer ya no me queda mucho.

EVA
¡Cállate!
¡De nada habrá servido que vivas
si, en el momento mismo en que me hallaste,
debieras morir!

EL ESCLAVO
¿Por qué vive el pobre? Aporta su piedra
a la pirámide del poderoso y muere,
no sin haber puesto bajo el yugo
a un sucesor.
¡Millones de seres para uno solo!

ADÁN
Ah, Lucifer, qué aterradora reflexión…

LUCIFER
¡Es la agonía la que lo hace delirar!

ADÁN
¿Pero en conclusión, qué ha dicho?

LUCIFER
¿Qué te importa, gran Faraón?
¡Caramba, tamaña cosa para ti
tener un esclavo menos en la tierra!

EVA
Si para ti no es más que un número,
¡para mí es un mundo!
Ah, ¿quién me amará ahora?

EL ESCLAVO
Me muero… ¡Oh, mujer, olvídame para siempre!
(Expira.)

ADÁN (a Eva)
¡Soy yo quien te amará! Llévenselo…
Se llevan el cadáver del esclavo.
¡Levántate, amiga! Tu lugar está en el trono.
Tú reinas por el hechizo y yo reino
por la autoridad… ¡Así, pues, era fatal
que tuviera lugar nuestro encuentro!

EVA
Oh, Faraón,
tus órdenes fijan el destino del esclavo.
Obedeceré… Mas déjame llorar
al esposo que amaba. Y luego, ordena…

ADÁN
¡No, no digas esa palabra!
¿No he de tener más imperio
que la obediencia a mis órdenes?

EVA
¿No es ya bastante que pueda obedecerte sin dolor?
¡Oh, no envidies las lágrimas
que derramo sobre este muerto!
(Se inclina sobre el cadáver que ya están a punto de llevarse.)
Qué bello es… Qué bello es…

ADÁN
Ay, bello y muerto… ¡Qué contradicción!
Su calma está hecha de ironía
para nuestras luchas
y de desprecio para nuestra vanidad.

LUCIFER
¡Ese esclavo evadido te escarnece! Óyelo:
“¡Rompí las cadenas con que me ataste!”

ADÁN
¡Paz al muerto y alegría para el vivo!
(Dirigiéndose a Eva)
Para él son inútiles tus lágrimas,
pero me siento mal cuando no sonríes…
Se llevan el cadáver. Adán conduce a Eva por la mano hasta el trono.
Oh mujer, ven a sentarte junto a mi.
Cuán dulce es reposar sobre tu seno…
Se oye un murmullo quejumbroso entre los obreros. Eva se estremece.
¿Pero, qué tienes, amada mía?

EVA
¿No oyes lamentarse al pueblo?

ADÁN
En verdad, es la primera vez que lo oigo…
¡Fea música! Más vale ignorarlo…
¡Bésame y olvidémonos del mundo!
(Dirigiéndose a Lucifer)
¡Y tú, mira a ver cómo haces para
que esa gente se calle!

LUCIFER
¡Imposible! ¡Tienen derecho a gritar!
¡Tal es, con el yugo, su privilegio!
Nuevos murmullos quejumbrosos. Eva lanza un grito. Adán se levanta.

ADÁN
Sufres, mujer, y no sé cómo ayudarte…
Ese quejido que atraviesa tu corazón,
traspasa el mío como un dardo.
Oigo al mundo clamando socorro…

EVA
Puedes hacerme polvo, oh gran Faraón,
mas perdóname: ese grito me atormenta…
Mira, sé que soy tu servidora,
que tu placer debe ser mi razón
y que debo olvidar todo el resto;
dolor, grandeza, los sueños, la misma muerte,
que mi sonrisa debe ser la fuente
y mis labios la copa en que bebas…
Mas cuando el pueblo, ser de millones de brazos,
grita y se retuerce bajo el feroz látigo,
yo, hija de ese pueblo que despedazan,
sufro con él, ¡y con todo mi ser!

ADÁN
También yo sufro… ¿Qué decía ese moribundo?
Millones de seres para uno solo…

EVA
Oh, Faraón, estás triste y yo soy la causa.
¡Señor, échame, échame! O enséñame
a mostrarme sorda a las quejas del pueblo.

ADÁN
Eres tú mujer, el maestro, y mucho mejor que yo,
¡tú, que me enseñaste a oír esas quejas!
¡Que se les ponga fin! ¡Que la Libertad
le sea dada al instante a ese pueblo esclavo!
¿De qué sirven fama y esplendor
si, para que de ellos disfrute
tan sólo un ser humano,
millones de seres deben gemir y morir,
seres que como él son hombres?
Millones de veces siento pesar
y no tengo más que una alegría…

LUCIFER
¡Te exaltas, oh Faraón!
¡La multitud es la bestia
que la suerte condena a dar vueltas
a la noria bajo tados los poderes!
Hecha para eso ha sido…
Dale su libertad: al no haberla conquistado,
no sabrá ella hacer uso
y, desde mañana mismo, pedirá otros amos.
¿Piensas que podrías reinar sobre ella
si no necesitara un amo,
si estuviera dotada de conciencia
y lo supiera?

ADÁN
¿Entonces, por qué grita
como si sufriera de ser esclava?

LUCIFER
Sufre, pero sin saber de qué…
La idea del poder atormenta a todo hombre.
Es ese tormento, no la fraternidad
lo que, bajo la bandera de la libertad,
empuja a la multitud. ¡Oh, es inconsciente!
Sencillamente la anima un vago deseo
de cambio, de novedad, de ver
lo que es contrario a lo existente. Y espera
que ello baste para que, sobre la tierra,
se encarnen las dichas que ha soñado.
El pueblo es una mar profunda y sombría
en la que jamás penetra el sol.
Una sola oleada de luz brilla: la de la superficie:
y esa oleada eres tú, tal vez…

ADÁN
¿Por qué yo?

LUCIFER
De no ser tú, sería alguien de tu temple,
en quien el instinto popular
tomaría conciencia, y que osaría
ocupar tu lugar a fin de erigirse
en bendito campeón de la Libertad.
El pueblo, por descontado, nada ganaría con ello:
¡Cualquiera sea su nombre, el amo es un amo!

ADÁN
Círculo sin fin es tu razonamiento.
Diríase que de él no se puede salir…

LUCIFER
¡Pues sí, se puede! Dale a unos cuantos
cordones, placas, cualquier cosa
que brille y que retiña, y diles:
“Os he elegido para que estéis por encima
de la turba vil” y ya verás
como, aceptando tu desprecio,
desprecian a su vez al pueblo.

ADÁN
Muy especiosos son tus argumentos.
En vano tratas de engañarme.
¡Que la esclavitud sea abolida!
¡Que todos sean libres!
¡Ve tú a decírselo a todos!
Y hazlo sin dilación
para que sea demasiado tarde
si me arrepintiera…

LUCIFER (aparte)
¡Sigue pues, pobre fatuo, tu camino!
Te imaginas que eres tú quien anda,
pero eres llevado por las olas del destino…
(Lucifer sale.)

ADÁN
Que esta obra quede inconclusa.
Que su imagen incite a la sapiencia
a aquél que quiere la grandeza y la gloria.
Que sea como una pregunta hecha
por nuestra fuerza y nuestra flaqueza.
Se oye un clamor de júbilo. Los obreros abandonan el trabajo. Lucifer vuelve.
Oh, pueblo esclavo, por fin regocíjate,
pues la grandeza se ha abatido ante ti.
¡Mas, sábelo, sin ser forzada a hacerlo!

EVA
Mi bienamado, consuélate… ¿Qué era la gloria?
Una fría serpiente entre los dos.

ADÁN
¡Pero había grandeza en esa gloria!

EVA
¡Qué importa!
Las quejas se acallaron. Nuestra dicha
no será turbada. ¿Cuando descansas
sobre mi seno, puedes querer otra cosa?

ADÁN
¡Oh, mujer, cómo es de estrecho tu horizonte!
Pero eso es justamente lo que hace que el hombre
se apegue a ti. Él, fuerza y orgullo,
no puede amar sino la fragilidad.
De igual modo la madre lleva en brazos a su hijo
Para proteger su débil torpeza.

EVA
Perdón, oh Faraón, de ser tan fútil y charlatana…
¡Y no ser más sapiente!

ADÁN
No, no desees esa sapiencia, mi bienamada.
Yo mismo harto estoy de ella.
No es ni la razón ni el poderío
lo que, sobre tu seno seductor, vengo a buscar,
¡ni la ciencia! ¡Todo eso atiborra
mis libros! Sencillamente, habla,
y que en mi corazón la música se vierta
de tu dulce voz… pues no importa
lo que digas, yo me siento colmado.
Cada cual escucha al ave con placer;
¿tiene un sentido su canto? Nadie se lo pregunta.
¿De igual modo, tiene una flor sentido?
¿Es útil? Nos basta que sea bella.
Sé ese pájaro, sé esa flor… ¡Oh, felicidad!
(Prosigue, dirigiéndose a Lucifer.)
En tanto mi dicha por un deseo siéntese invadida
- es tal vez insensato, pero, no obstante,
satisfácelo: permíteme lanzar una mirada
al futuro para ver lo que de mi gloria quedará
en unos cuantos miles de años.

LUCIFER
¿No sientes cuando amoroso abrazas
que tu cara es rozada por un ligero soplo?
Esa brisa tibia amasa, doquier que se posa,
un polvo impalpable. En un año,
todo eso no será más que una pulgarada.
¡Y, en cien años, un pie! Mas, de era en era,
ese polvo sumergerá tu nombre, la tierra…
¡Un océano de arena cubrirá
tus pirámides! En estos bellos jardines
aullará el chacal y acamparán
pueblos serviles y andrajosos.
Todo cuanto dice Lucifer se hace visible.
Y todo eso, sin que ningún cataclismo
haya sacudido la tierra o las nubes…
Bastará con esta dulce brisa
que te acaricia jugando.

ADÁN
¡Es horrible!

LUCIFER (irónico)
Nada temas: ¡sólo perecerá tu espíritu!
Tu cuerpo subsistirá… Sí, por mucho tiempo:
una consumida momia que los maestros
mostrarán a los curiosos escalares.
En ella no podrá leerse tu nombre.
¿Fue ése un esclavo? ¿Un rey? Nadie lo sabrá.
Debajo del trono del faraón aparece una momia. Lucifer le da un puntapié. Rueda lentamente sobre sí misma y de este modo baja las gradas del trono.

ADÁN
¡Atrás, visión del infierno! ¡Ah, todo:
ambiciones, esfuerzos, es ilusorio!
“Para uno solo millones de seres…”
¡Aún oigo ese grito!
¡Quiero que esos millones de seres vivan!
Mas para ello se requiere un Estado libre,
¡un mundo nuevo! ¡Ah, que perezca el individuo
para que el pueblo exista!
¡El género humano no forma más que un cuerpo!

EVA
¿Y tú, amor mío, puedes abandonarme?

ADÁN
Sí, a ti, lo mismo que a mi trono y a todas las cosas…
Llévame, Lucifer. Revélame
nuevos objetivos… En estos engañadores caminos
he perdido demasiado tiempo.
Se dirige hacia la salida y desenvaina su espada.

EVA
Oh, Rey, si aquí vuelves desesperado,
encontrarás un refugio en mi seno.

ADÁN
Sí, y siento que una forma nueva,
más pura y más noble será tu premio;
que como a igual y con alegre corazón
tú me abrazarás, y nunca más como esclava.
(Adám se marcha.)

LUCIFER
¡A qué tanta prisa! Tu objetivo
lo alcanzarás. ¡Y más pronto
de lo que te imaginas!
De verlo tan vano, tan vacío,
las lágrimas arrasarán tus ojos,
y yo reiré, yo, tu guía…
¡Vamos, pues, ya que así lo quieres!


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