CUADRO DECIMOQUINTO • FUERA DEL EDÉN

El decorado, una profusión de palmeras, es el del cuadro tercero. Volvemos a ver a Adán y a Eva jóvenes, como cuando se hubieron de acostar debajo del sombrajo. Adán sale de éste y, pensativo, mira en torno suyo el paisaje agreste y risueño. Eva sigue dormitando. Lucifer está de pie en mitad de la escena. Hace un sol radiante.

ADÁN
¿Adónde se escapó esa terrible pesadilla?
Nada ha cambiado: tal como lo dejé,
en torno mío todo respira y sonríe.
Mas tengo el corazón destrozado…

LUCIFER
Hombre orgulloso,
¿querrías que el orden de la naturaleza
de repente se trastornara?
¿Que en la noche surja un nuevo cometa?
¿O que la tierra se ponga a temblar
porque un gusano murió en su superficie?

ADÁN
¿He soñado? ¿O al presente sueño?
¿Pero es más que un sueño la existencia
que se introduce en la materia inerte
justamente el tiempo de morir con ella?
¿De qué nos sirve ese destello consciente
si es el horror de la nada lo que revela?

LUCIFER
¿Gimes? El cobarde es el que únicamente
acepta sin combatir los golpes
que aún podría parar. El hombre fuerte
considera serenamente, sin quejarse,
las palabras grabadas ante sus ojos por la suerte
y sólo tiene una ambición: ¡pese a ellas
mantener aquí abajo su lugar!
Puesto que esa suerte domina
la historia desde lo alto, y tú no eres
más que humilde utensilio en su mano.

ADÁN
¡No, eso es falso! ¡La voluntad es libre!
¡Lo sé, pues mi Libertad pagué bien cara!
Por ella al Paraíso renuncié…
Mis visiones muchas cosas me enseñaron
y muchas me decepcionaron…
Mas puedo tomar otra vía.
¡Eso depende de mí!

LUCIFER
En efecto, así pudiera ser;
si el destino no tuviera por cómplices
la eterna esperanza y el fatal olvido.
Curadas por el olvido, las llagas cicatrizan;
la esperanza tiende sobre el abismo una alfombra
y te dice: “ ¡Anda!,
mil presuntuoses en él cayeron,
¡pero tú, si quieres, puedes franquearlo!”
No obstante, reflexiona:
como sabio, has observado,
entre tanta y tanta rareza,
a ese gusano que no puede desarrollarse,
si no está en el cuerpo de un buitre
o bien en el de un gato, pero no puede nacer
más que en los tejidos de un humilde ratón.
Ningún ratón está predestinado
a las zarpas del gato, a las afiladas uñas
del ave de rapiña. El ratón prudente
las evitará y morirá tranquilo…
Sin embargo, una ley vela, ineluctable,
por que el gato y el buitre puedan
encontrar muchos ratones que comer
para que en ellos el gusano continúe viviendo
como vive desde hace milenios.
Lo mismo es para todo ser y toda cosa:
un orden asegura para siempre sobre la tierra
la condición, sin cambiar nada:
El hombre, como tal, no está encadenado:
¡es el género humano el que carga cadenas!
Hoy vas, lleno de entusiasmo,
hacia un fin preciso; mañana hacia otro.
La hoguera siempre tendrá víctimas,
y de éstas siempre se reirán
gentes divertidas con su sacrificio.
Cualquiera que hiciese una estadística
se maravillaría de ver la constancia
de que la suerte da muestras al repartir
el crimen, el vicio y el matrimonio,
la virtud, la fe, la muerte, el suicidio.

ADÁN
Detente… De pronto un pensamiento fulgura
en mi cerebro. Sí, ¡aún te desafío, Dios todopoderoso!
Bien puede el hado cien veces repetirme:
“¡Vive hasta tal día!” Yo, que tengo
el poder de darme muerte,
¡me reiré de él!
¿No estoy ahora solo en el mundo?
Una roca… y luego el abismo…
Bastará con un paso…
¡Último cuadro! Su hora habré fijado
y diré: ¡Fin de la Comedia!
Adán se encamina hacia la roca. Eva, en ese momento, sale del sombrajo.

LUCIFER
¿Qué fin? ¡Lo que dices es estúpido!
¿No es a la vez cada momento
Comienzo y Fin?
Si lo ignoras,
has atravesado todos estos milenios
bien inútilmente…

EVA
Adán ¿por qué me dejaste así?
¡Qué frío fue tu último beso!
Y ahora te veo rebosante de angustia o de cólera…
¡Me das miedo!

ADÁN (prosiguiendo su camino)
¿Por qué me has seguido?
¿Por qué me espías a cada paso?
El hombre, que es el amo de la tierra,
no malgasta el tiempo en fruslerías.
Es cosa que la mujer no comprende
y para el hombre ella no es más que un estorbo.
(Se aplaca.)
Te has levantado muy temprano…
El sacrificio que hacer debo
a los tiempos venideros
me será muy penoso…

EVA
Escúchame, y tal vez te será menos…
pues el humano porvenir de que dudabas,
desde ahora, sábelo, está asegurado.

ADÁN
¿Cómo?

EVA
¡Cuando te lo diga reirás de gozo!
Ven junto a mí: voy a tener un hijo…
¡Nuestro hijo!

ADÁN (cayendo de rodillas)
¡Señor, me has vencido!
¡Me prosterno a tus plantas en el polvo!
¡En vano lucharía sin ti, y contra ti!
Elévame o abáteme…
Haz como gustes…
¡Yo te abro mi corazón!

LUCIFER
¡Gusano de la tierra!
¿Olvidarás la grandeza que de mí recibiste?

ADÁN
¡Renuncio a ella!
¡No era más que ilusión!
Prefiero esta paz que he encontrado…

LUCIFER
Loca mujer,
¿de qué te enorgulleces?
¡Tu hijo fue concebido en el pecado!
¡Sobre la tierra no derramará más
que vicio y miseria!

EVA
Si Dios lo quiere,
nacerá otro niño en la misma miseria
y la vencerá y hará que reine la fraternidad.

LUCIFER
¿Osas rebelarte, vil esclavo?
¡Cesa ya de revolcarte en el fango
pobre bestia que eres!
Lucifer trata de darle una patada a Adán. En ese momento el cielo se entreabre. El Señor, rodeado de sus ángeles, aparece en toda su gloria.

EL SEÑOR
¡Te toca a ti ahora humillarte!
Pues acuérdate: ¡ante la mía no hay
grandeza que valga!

LUCIFER (doblando la cerviz)
¡Maldición! ¡Maldición!

EL SEÑOR
¡Levántate, Adán, y reconfórtate!
De nuevo te concedo mi gracia.

LUCIFER (aparte)
¡Ja! ¡Ja!
¡Qué conmovedora escena de familia se prepara!
¡Un corazón sensible de cierto tomaría
gran interés en ella!
Pero ese género de mojigangas
lastima la inteligencia…
¡Pongamos pies en polvorosa!
(Se dirige hacia la salida.)

EL SEÑOR
¡Quédate aquí, Lucifer!
Tengo que hablarte.
(a Adán)
Dime lo que te aflige y atormenta.

ADÁN
Señor, horribles visiones me obseden.
¿Hay alguna cosa verdadera?
Nada sé de esto… Dime qué suerte me espera:
Esta corta y estrecha vida que me has dado,
¿es todo lo que me ha sido destinado?
¿Mi alma, por tantas luchas decantada,
como el vino en las bodegas, debes tú,
cuando tenga la pureza de tu idea,
ofrendarla a la reseca arena
que se la beberá sin que quede nada?
¿Mi descendencia, ennoblecida, podrá
reconciliarse contigo? ¿O deberá
hasta la muerte, esta raza de los hombres,
dar vueltas a la noria como bestia de carga,
sin ninguna esperanza de poder liberarse
del círculo estrecho en que está atada?
¿El alma ennoblecida, que corre al sacrificio
bajo las crueles cuchufletas del populacho,
será recompensada?
¡Señor, ilumíname!
Ciertamente, con ello ganaré.
Cualquiera sea mi destino, gracias te doy
y firmemente lo soportaré.
Pero esta incertidumbre es el infierno…

EL SEÑOR
No trates, hijo mío, de alzar el velo
con que Dios, en su bondad,
protege de tus ojos el gran Misterio.
Si pudieras saber que, en la tierra
tan sólo pasas un día, tras el cual
la eternidad te aguarda, no tendrías
ningún mérito en sufrir aquí abajo.
Si supieras que la arena ha de beber
el licor de tu alma, ¿dónde cogerías
el ideal que podría apartarte
de fugitivas voluptuosidades?
¿Qué de grande harías en tu vida?
¡Que el porvenir te quede oculto tras una bruma,
y entonces tu fe en una infinitud
te ayudará con fuerza a soportar
el peso de tu efímera existencia!
¿Pero si, no obstante, te enorgullecieras?
El sentimiento de tu fragilidad
vendrá a velar de tu orgullo la llama,
y de tal modo grandeza y virtud
te serán por igual aseguradas.

LUCIFER (riendo socarronamente)
¡Ah, caramba, gloriosa carrera!
En ella por guía tan sólo tendrás
dos grandes palabras: Grandeza, Virtud,
que no pueden volverse algo concretas
sin su séquito de superstición,
ignorancia y estúpidos prejuicios.
¡Por qué se me occurió asociar el hombre
a mi obra, como si algo pudiera surgir
de ese guiso de sol y fango,
de ese renacuajo en cuanto
a auténtica ciencia,
sólo gigante en cuanto a su ceguera!

ADÁN
No te mofes, Lucifer. ¡He visto
tu auténtica ciencia y sus creaciones!
¡Tan sólo pudo helarme el corazón!
Mas tú, Señor, después que osé
gustar el fruto del árbol prohibido,
me has privado de la mano tutelar
que me guiaba… ¿Quién la reemplazará?

EL SEÑOR
Tu brazo es fuerte. Tu alma elevada.
Se abre ante ti un campo ilimitado.
Pon atención, pues sin tregua una voz
te hablará de mi, te exhortará,
te frenará… A esa voz aguza bien tu oído,
pero si a veces, en el fragor terrestre,
no percibieras el eco celestial,
el más puro corazón de esta débil mujer,
indiferente a los mezquinos apetitos,
sabrá escucharlo y te lo transmitirá,
ya sea por el canto, ya por la poesía.
Tales son sus dones, sus armas, y siempre
las tendrás, como ella, a tu lado,
en la dicha como en la adversidad.
Ella será tu genio sonriente,
tu consuelo… Y tú, Lucifer,
también eres en mi vasto universo
un eslabón necesario. ¡Actúa! ¡Actúa!
Tu frío saber, tu loca negación
son los fermentos que estimulan al hombre.
Si de su camino a veces lo apartas,
¡qué importa! ¡Siempre volverá a mí!
Tu castigo será comprobar
que tus esfuerzos por corromper su alma
no tienen otro efecto que Nobleza y Belleza.

UN CORO DE ÁNGELES
¡Poder libremente elegir
entre el Mal y el Bien, mas saber
que un amo divino nos protege
en quien la mirada ponemos!
Sin temor y sin inquietud,
¡actúa, combate!, desdeñando
el desdén de la multitud,
y nada grande nunca hagas
sino por estima de ti mismo.
Cualquier otro fin sería vergonzoso:
en tierra te verías clavado,
en tanto que las almas nobles
irían a los cielos.
Mas por ello no vayas a pensar
que tus actos y tus trabajos
han surgido del cerebro humano
y que de ti Dios necesita
para llevar a bien sus designios,
pues el poder de obrar en vez de él
de su gracia tan sólo has recibido.

EVA
Mi corazón comprende ese canto…
¡Oh, Dios mío, alabado seas!

ADÁN
Adivino de ese canto el sentido
y a él me acomodo.
¿Mas cómo olvidar el terrible vencimiento?

EL SEÑOR
Hombre, ya te lo he dicho:
¡lucha y ten confianza!


VisszaKezdõlap